sábado, 10 de septiembre de 2016



UNA MIRADA A LA POLÌTICA PERUANA HASTA LA DÈCADA DE 1980
La política peruana ha tenido la tendencia a convertirse en un espacio de lucha por el poder, en la cual participan las fuerzas políticas con la intención de hacer prevalecer sus intereses particulares. Dichas fuerzas, por su parte, han sido construidas por una persona influyente (o caudillo) sobre la base de relaciones patrón-cliente verticales y autoritarias. Aunque en el Perú se ha practicado siempre este patrón de competencia por la hegemonía política, el país nunca ha vivido un proceso de institucionalización de alto grado —concebido como compartir reglas, normas y conductas respecto de la toma de decisiones o llegar a un punto de encuentro sobre las políticas concretas a aplicar en el mediano y largo plazo— entre las fuerzas principales. 

El Estado ha sido considerado un botín para sostener y expandir las relaciones clientelistas. La política llega a constituir el juego de suma cero donde se considera que los intereses de los que participan en él son mutuamente incompatibles, y la ganancia de uno es la pérdida de otro, lo que conduce al final a un callejón sin salida que eventualmente provoca una intervención militar. En el Perú, desde 1919 —la etapa final de la dominación oligárquica, cuando el poder estaba en manos de pocos—, cualquier forma de arreglo político, ya sea de orden constitucional o fruto de la dominación de facto basada en el poder militar, no ha durado más de 12 años (McClintock 1996: 53).4 Aparte de esto, las fuerzas políticas han tenido un límite en su capacidad territorial para convocar apoyo. 
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Tradicionalmente, los partidos y sus líderes se han interesado prioritariamente por la costa y las áreas urbanas, donde se ubica siempre la mayoría de los electores, debido al sufragio censitario, que imponía la capacidad de leer y escribir como requisito hasta la década de 1970, y a la concentración mayoritaria de la población en dichas zonas5 luego de la década de 1980, año en que por primera vez fueron ejecutadas las elecciones nacionales sin el requisito censitario. En esta situación, nunca ha aparecido un partido con bases organizativas extendidas en distintas partes del país y capaz de mantener un apoyo amplio en el mediano y largo plazo. La presencia de los partidos limitada a ciertas partes del país reduce también la capacidad de convocar votos populares, pues suelen conseguir, en el mejor de los casos, entre treinta y cuarenta por ciento de los votos de forma individual. 

Los que obtienen más de cincuenta por ciento son excepcionales, y en estos poquísimos casos no pueden mantener su “fuerza” más allá de un proceso electoral debido a que su respaldo proviene de votos volátiles. El Partido Aprista Peruano ha sido la agrupación política más organizada en el Perú. Ha contado con bases de apoyo principalmente en las zonas de la costa norte y central, incluida la ciudad capital, Lima; pero nunca han sido duraderas en la sierra —en particular en el sur— ni en la selva Luego de la transición a la democracia, en la década de 1980 continuó la política no institucionalizada. Los partidos, cuyos protagonistas fueron dos agrupaciones de derecha y dos de izquierda, pero en realidad entre las cuatro solamente “hubo reuniones, conversaciones y una retórica de acuerdos que no se cumplía en los hechos” (Tanaka 1998: 68, 84), no supieron tomar medidas suficientes para superar frontalmente los diversos problemas sociales, entrelazados con la crisis económica y la expansión del terrorismo. 

Así, perdieron la confianza y el apoyo del pueblo. En la sociedad peruana se observó también el avance de la “atomización”, con la pérdida de importancia de los sindicatos causada por la informalización de la economía y la expansión de los movimientos sociales devenidos en “grupo de presión”, concentrados en intereses limitados y particulares, lo que debilitó a los partidos y les sustrajo el apoyo popular. En medio de esta crítica situación, el independiente Fujimori resultó elegido presidente en 1990. Aquí no detallamos la política de la década de 1990 (véase Murakami 2007), solo señalamos que Fujimori subió al poder en medio de este proceso, marcado por la desinstitucionalización de los partidos, y luego hizo política exacerbando esta tendencia. Paralelamente, continuó avanzando la mencionada atomización social. 

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