UNA MIRADA A LA POLÌTICA PERUANA HASTA LA DÈCADA DE 1980
La política peruana ha tenido la tendencia a convertirse
en un espacio de lucha por el poder, en la
cual participan las fuerzas políticas con la intención
de hacer prevalecer sus intereses particulares. Dichas
fuerzas, por su parte, han sido construidas por una
persona influyente (o caudillo) sobre la base de relaciones
patrón-cliente verticales y autoritarias. Aunque
en el Perú se ha practicado siempre este patrón
de competencia por la hegemonía política, el país
nunca ha vivido un proceso de institucionalización
de alto grado —concebido como compartir reglas,
normas y conductas respecto de la toma de decisiones
o llegar a un punto de encuentro sobre las
políticas concretas a aplicar en el mediano y largo
plazo— entre las fuerzas principales.
El Estado ha
sido considerado un botín para sostener y expandir
las relaciones clientelistas. La política llega a constituir
el juego de suma cero donde se considera que
los intereses de los que participan en él son mutuamente
incompatibles, y la ganancia de uno es la pérdida
de otro, lo que conduce al final a un callejón sin
salida que eventualmente provoca una intervención
militar. En el Perú, desde 1919 —la etapa final de
la dominación oligárquica, cuando el poder estaba
en manos de pocos—, cualquier forma de arreglo
político, ya sea de orden constitucional o fruto de la dominación de facto basada en el poder militar, no
ha durado más de 12 años (McClintock 1996: 53).4
Aparte de esto, las fuerzas políticas han tenido un
límite en su capacidad territorial para convocar apoyo.
Tradicionalmente, los partidos y sus líderes se
han interesado prioritariamente por la costa y las
áreas urbanas, donde se ubica siempre la mayoría
de los electores, debido al sufragio censitario, que
imponía la capacidad de leer y escribir como requisito
hasta la década de 1970, y a la concentración
mayoritaria de la población en dichas zonas5 luego
de la década de 1980, año en que por primera vez
fueron ejecutadas las elecciones nacionales sin el requisito
censitario. En esta situación, nunca ha aparecido
un partido con bases organizativas extendidas
en distintas partes del país y capaz de mantener un
apoyo amplio en el mediano y largo plazo.
La presencia de los partidos limitada a ciertas partes
del país reduce también la capacidad de convocar
votos populares, pues suelen conseguir, en el mejor
de los casos, entre treinta y cuarenta por ciento de
los votos de forma individual.
Los que obtienen más
de cincuenta por ciento son excepcionales, y en estos
poquísimos casos no pueden mantener su “fuerza”
más allá de un proceso electoral debido a que su
respaldo proviene de votos volátiles.
El Partido Aprista Peruano ha sido la agrupación política
más organizada en el Perú. Ha contado con bases
de apoyo principalmente en las zonas de la costa
norte y central, incluida la ciudad capital, Lima; pero
nunca han sido duraderas en la sierra —en particular
en el sur— ni en la selva Luego de la transición a la democracia, en la década
de 1980 continuó la política no institucionalizada. Los
partidos, cuyos protagonistas fueron dos agrupaciones
de derecha y dos de izquierda, pero en realidad
entre las cuatro solamente “hubo reuniones, conversaciones
y una retórica de acuerdos que no se cumplía
en los hechos” (Tanaka 1998: 68, 84), no supieron
tomar medidas suficientes para superar frontalmente
los diversos problemas sociales, entrelazados con la
crisis económica y la expansión del terrorismo.
Así,
perdieron la confianza y el apoyo del pueblo.
En la sociedad peruana se observó también el avance
de la “atomización”, con la pérdida de importancia
de los sindicatos causada por la informalización
de la economía y la expansión de los movimientos
sociales devenidos en “grupo de presión”, concentrados
en intereses limitados y particulares, lo que
debilitó a los partidos y les sustrajo el apoyo popular.
En medio de esta crítica situación, el independiente
Fujimori resultó elegido presidente en 1990.
Aquí no detallamos la política de la década de 1990
(véase Murakami 2007), solo señalamos que Fujimori
subió al poder en medio de este proceso, marcado
por la desinstitucionalización de los partidos,
y luego hizo política exacerbando esta tendencia.
Paralelamente, continuó avanzando la mencionada
atomización social.
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